sábado, 3 de diciembre de 2011

El reflejo de la tragedia

Me desperté repentinamente a las cuatro de la madrugada sobresaltándome en mi colchón. La habitación estaba en penumbra. Llevaba ya unos días notando una presencia más, como si me persiguiera algo que no podía ver. El sobresalto que me causó el brusco despertar supuso que de mis poros comenzara a emanar un frío sudor cargado de pánico. Lo siguiente fue empezar a hiperventilar y emitir algún que otro jadeo. Había caído en la aprensión, justo lo que buscaban las películas de miedo. Me estiré; primero una vuelta a mi derecha, después a mi izquierda… Los nervios se incrementaban, la sensación de soledad punzaba mi pecho atrozmente. Creí que me iba a ahogar en mis propias lágrimas mientras notaba como si alguien permaneciera estático junto el borde de mi cama, como si solo nos separaran unos ínfimos centímetros. Pero por más que encendía la luz, solo estaba yo. Ese sentimiento de angustia me condujo a salir al frío por el que se veía inundada el resto de la vivienda. Cada vez que apoyaba el pie en el suelo adelantándome un paso hacia la puerta, mi corazón latía ardiente de un fuego no apasionado, sino venenoso. La carga de mis problemas aplomaba mi cuerpo volviéndome frágil. Continuaba notando aquella presencia extraña. Poco a poco, arrastrando mis débiles pies y, acompañándome de la angustia y un nerviosismo extremo, alcancé la habitación contigua. Esta quedaba rodeada de espejos y, cuando me aproxime al primero, mi cuerpo se estremeció: pude observar el reflejo de una mujer demacrada, con los cabellos descuidados y removidos, sin vida ni brillo. Unas ojeras profundas se marcaban en su cara, la cual era delgada y chupada. Su piel era pálida, se mantenía quieta y sus brazos se dejaban caer sin remedio. Se veía la marca de la muerte, la falta de ganas de vivir tras una vida truculenta, me miraba con los ojos muy abiertos y vestía un pijama blanco y roto como el mío. En ese momento me di cuenta que la imagen de esa mujer fantasmagórica era mi propia imagen y la muerte que llevaba en mi interior.

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