martes, 24 de enero de 2012

Meditaciones 1

Los sentimientos en la adolescencia no se pueden definir mejor que un vaivén estresado que nunca sabe donde asentarse (aunque hoy en día no sé yo si sucede solo en la adolescencia). Realmente estabilizarlos es difícil, a veces pasa mucho tiempo y, en otras ocasiones, cuando crees tener tu vida solucionada, ésta misma te golpea atrozmente hasta dejarte K.O. No se le puede prometer a todo el mundo que cumplirá sus deseos siempre porque no está en las manos del prometedor sino de las del que debería actuar, del que supuestamente tiene que seguir un camino que le lleve a su objetivo sin perderse a la mitad. Suena muy complicado y a veces incluso apetece tirar la toalla. En ciertos momentos piensas si echarlo todo a perder hubiera sido mejor que todo el sufrimiento repentino o las lágrimas de impotencia que uno es incapaz de esconder a veces, pero realmente, en el caso que arrojes ese trapo tan cansado, siempre lo puedes volver a recoger. Con todas y con esas la vida es muy injusta (y nadie ha dicho que sea justa) de manera que uno mismo tiene que ir viéndola con diferentes perspectivas para no sentirse un completo idiota por el hecho de tener sueños y debatirse por ellos. Incluso el más duro de corazón los tiene. Incluso aquel que finge ser feliz por hacer el amor (o el desamor) con muchas mujeres cada semana, en lo más hondo de su ser, solo brilla un ardiente deseo: el de poder llegar a hacer el amor un día con la mujer que le haga sentir vivo. Mientras tanto puede seguir probando con las demás, a pesar que solo le indaguen en esa llaga de soledad. Mientras tanto, otros luchan por conseguir su ideal, yo lucho cada día por una relación que, igual que las otras (y eso se aprende un día cuando sin más ni más todo se ha terminado), tiende de un hilo frágil como la seda. Pero voy a seguir tejiendo ese hilo diariamente para en algún momento mirar hacia abajo y descubrir que, en realidad, es del material más fuerte que existe: un amor sin corrupción. Pero eso, querido amigo que me lees, no soy yo la que pone la fecha de su llegada, si no las ganas que tu tengas de luchar por él, por el tuyo, por el que tú sientes, y no por lo que quieres que sientan los demás.